Escapadas y momentos: Manzanares, Ciudad Real

lunes, 30 de marzo de 2015

Inauguramos la semana con una escapada y un momento gastronómico, algo que en adelante, ahora que parece que empezamos a tener buen tiempo y apetece salir, os traeré a menudo. Porque en cualquiera de nuestros momentos tiene cabida el buen comer, y porque hay sitios que merece la pena visitar; nos pueden ofrecer recuerdos, sensaciones, olores y sabores que quedarán en nuestra memoria.  

Hoy os traigo mi experiencia este fin de semana en Manzanares, Ciudad Real. Un sábado soleado, muchas ganas de disfrutarlo y la ocasión perfecta para dos auténticas amantes del queso en prácticamente todas sus variantes como somos mi hija y yo; la segunda edición de la Feria del queso de Manzanares, Ciudad Real. 

Feria del queso Manzanares, Ciudad Real
Una amalgama de sabores, una ocasión de conocer, de disfrutar y de dejarse aconsejar; en todos los stands, muy presente el deseo de agradar y las ganas de presentar el producto, de darlo a conocer. Con un buen vino en la mano, recorrimos las diferentes propuestas de los más variados rincones de España, con un especial protagonismo de los quesos manchegos. 

Por supuesto, hicimos nuestra propia selección; sin desmerecer a las demás opciones, hubo dos que nos llamaron la atención:

  • Texturas, una especie de crema de queso densa, suave y con un sabor intenso. Una auténtica delicia.
  •  Una quesería de Torre de Juan Abad, Las Terceras, cuyo semicurado ha sido todo un descubrimiento.


Para comer elegimos el Castillo de Pilas Bonas. Un lugar especial, un marco que merece la pena visitar y que de alguna manera invita a una comida relajada, sin prisa; un entorno que evoca largas tardes de sobremesa. En cuanto a la comida en sí, además de la amplia carta de vinos, destacar la tortilla de rabo de toro; esta vez no había espacio para más, pero no podíamos dejar pasar la ocasión de probarla.

Tortilla de rabo de toro
En suma, una experiencia que merece la pena y que desde aquí os recomiendo. Anotad la fecha para el año que viene, mientras tanto, acercaos a Manzanares, organizad una visita a la bodega Pago Casa del Blanco (os dejo aquí el enlace a su página web), que os aseguro que os sorprenderá; finalizad con una comida en el restaurante del Castillo de Pilas Bonas, todo ello en buena compañía... ¡Creando momentos!


Un momento para reír II (y más cosas): Un día en las carreras

jueves, 26 de marzo de 2015

Para terminar la semana, qué mejor que hacerlo riendo. Y además, con tres auténticos genios del humor, o mejor dicho, del HUMOR. Hoy nos vamos a acomodar en el sofá y a prepararnos para disfrutar del buen cine, de escenas tan famosas que las conocemos aunque no hayamos visto la película y de los tres hermanos más famosos del celuloide; el león de la Metro da paso a los Hermanos Marx en Un día en las carreras. 

No conozco a nadie que no tenga su favorito: Groucho, con esa imagen característica avanzando a zancadas con el puro en la boca; Chico, tocando el piano de una forma asombrosa (aunque también es cierto que no muy ortodoxa, todo sea por el espectáculo) y finalmente Harpo, que sólo con utilizar gestos consigue hacer que nos desternillemos de risa. El mío es Harpo, reconozco que ya sólo el verlo aparecer en pantalla consigue arrancarme una carcajada. Estoy segura de que cuando estéis leyendo esto estáis pensando en el vuestro, y preguntando si tenéis alguien al lado cuál es su preferido; qué poco se necesita para disfruta de un momento en compañía, ¿a que sí?

En cuanto a la película, es divertida, muy entretenida, tiene todos los gags propios de películas de los Hermanos Marx como Una noche en la ópera y algunos inesperados; los personajes, llevados al extremo y utilizados al servicio del espectador, que claramente viene a divertirse. El argumento, aparentemente sencillo: la joven y bella propietaria de un hospital (Maureen O'Sullivan), se halla en un aprieto económico del que puede salir con la ayuda de una dama adinerada (Margaret Dumon), o bien se verá obligada a dejar el negocio en manos de un personaje de dudosa reputación. Groucho es un veterinario que se hace pasar por doctor para ayudar a la joven y naturalmente sus hermanos terminan interviniendo y provocando situaciones hilarantes. 

Es de destacar el protagonismo de los números musicales y las coreografías de baile: Chico al piano, Harpo con el arpa y la intervención del cantante Allan Jones (el galán de la película); disfruté especialmente con el número de música negra encabezado por Chico y Harpo, y de hecho alguna vez he buscado sólo esa escena para verla de nuevo. 

La sensación predominante: el caos, la locura, y por supuesto, la risa. Toda la película es una gran maraña de apariciones; los personajes entran y salen de la escena sin cesar, o al menos esa es la impresión que nos da; hay momentos en los que incluso llegamos a tener la sensación de que los actores están improvisando, inventando, creando su momento y aumentando la potencia del personaje. Y disfrutando, algo que en mi opinión se transmite al espectador y consigue que conecte con la película de una forma muy especial. 

Mi recomendación: utilizadla como una inyección de buen humor; creo que debe ser imposible estar malhumorado después de verla. Repetid las escenas que más os hagan reír; una colección de recuerdos felices, aún más si la véis en compañía. 

Y así terminamos la semana en el blog. Aunque no habrá entrada hasta el lunes, durante el fin de semana sí voy buscando en twitter novedades, o publicando aquellos artículos o entradas de otros blogs que me llaman la atención. En esta semana he empezado a seguir entre otros a @porliniers, dibujante argentino cuyas tiras se empiezan a publicar en El País semanal y que seguramente será objeto de una entrada en un futuro no muy lejano; @theEnricPardo y @lyona_ivanova, escritor e ilustradora de La vida es corta y luego te mueres (que vimos ayer en el blog), que además han tenido la deferencia de contestar y agradecer la entrada; y al hilo de la entrada de ayer, a @ivanferreiro y @xoellopez. 

De manera que si os quedáis con más ganas de momentos durante el fin de semana, seguidme en twitter buscando @elmomentoprfect o pinchando en el enlace si estáis viendo la página en el ordenador o tablet. 

Os dejo con una frase que encontré por casualidad y que me recordó una pregunta que alguien que conozco hace a menudo: ¿qué será un suspiro? Pues aquí tenéis una respuesta que me pareció preciosa: "Es el aire que nos sobra... por alguien que nos falta". 

Maridaje y momento: Xoel López e Iván Ferreiro

miércoles, 25 de marzo de 2015

El otro día Juanjo (al que ya conocéis de sobra) me envió el video de YouTube de la versión de Tierra, de Xoel López, con Iván Ferreiro. Lo abrí, lo escuché e inmediatamente sentí una conexión, un flechazo, una sensación de "esto es lo que quería oír". Hacía tiempo que no experimentaba esa sensación, y desde entonces cada mañana me levanto con esta canción, que me provoca un bienestar automático.



Es todo: la música, las risas que imaginas, la clara compenetración de Xoel López e Iván Ferreiro, las palabras, el marco de la playa, sentados en la arena... puro relax. 

No conocía a Xoel López y ha sido todo un descubrimiento; tanto él como Iván Ferreiro han venido aquí para quedarse (de hecho me bajé de iTunes un disco de cada uno que escucho a todas horas) así que hablaremos de ellos en más ocasiones. Hoy nos quedamos con esa maravillosa versión de Tierra, en lo que denominan "sesiones ligeras"; os dejo el enlace a la página web aquí para que echéis un vistazo al concepto y a los vídeos, que os aseguro merecen la pena. Me gusta esta forma de acercar la música, de hacerla más íntima; espero que cunda el ejemplo.

También os traigo en este post otra "sesión ligera" en la que participan ambos, esta vez con una canción de Iván Ferreiro, Turnedo, que me atrapó también de forma similar la primera vez que la oí; si cabe, la he hecho más mía en esta versión.  



Imagino que de todo lo que hablamos aquí, algunas cosas las haréis, otras las dejaréis para otro momento: pues bien, no dejéis esta. En el primer momento que tengáis para vosotros, escuchadla. Hacedlo al final del día, con una copa de un vino que os guste. Os sugiero Pago Florentino 2010, un vino que tuve ocasión de probar en la propia bodega en Malagón (Ciudad Real) y que se ha convertido en uno de mis favoritos. Merece la pena visitarla; aunque nosotros lo hicimos, tenemos pendiente una visita posterior, que por supuesto os contaré aquí.

Para finalizar, mientras termináis de leer esta entrada, os recomiendo que visualicéis el momento que os sugiero. Puede ser a solas, dejándoos llevar por las sensaciones de la música, o compartido; un instante tan sencillo que puede transformarse en mágico. Como sólo las cosas sencillas pueden hacerlo.  



Micromomentos

martes, 24 de marzo de 2015

Hoy os traigo un libro que encontré buscando un regalo para mi pequeño (que hoy cumple seis años). A él le ha encantado su Hulk rojo (una rareza que os aseguro que con sus seis añitos ha sabido apreciar perfectamente) y a mi "La vida es corta y luego te mueres", de Enric Pardo e ilustrado por Lyona.


Son 120 microcuentos, que según la portada, tratan el amor, el sexo, la muerte y Regreso al Futuro. Enric Pardo los publica en su cuenta de Twitter (que en cuanto termine esta entrada voy a buscar y seguir), aunque el libro incluye 20 que son inéditos.

Me gusta mucho el formato "microcuento". En mi opinión, hay dos formas de leer este libro: de un tirón, o leyendo un microcuento diario. O mejor aún, leyéndolo de un tirón y releyendo un microcuento cada día; mis reacciones a cada uno de ellos han variado entre la ternura, la sorpresa, la media sonrisa y la carcajada, así que es una bonita formando asegurarnos un "micromomento" para disfrutar durante 120 días. El guiño a Regreso al Futuro pone la guinda nostálgica; en mi opinión es todo un acierto.


Las ilustraciones completan, explican y amplían cada cuento; creo que una edición ilustrada es la única forma de leerlos. Conocía ya a Marta Puig (Lyona) por las ilustraciones de un libro que compré a mis hijos, "Yo mataré monstruos por ti", un cuento escrito por Santi Balmes que también os recomiendo; quizás es de los cuentos más bonitos que hemos leído, (hasta el punto de que cuando terminamos de leerlo, mi hijo me dijo que desde ese momento yo le elegiría todos los libros) y también en este caso las ilustraciones se convierten en algo imprescindible para la historia; emocionan, hacen partícipe al lector y desde luego, cuentan.

Un libro el de hoy que nos permitirá llenar muchos momentos: no sólo vamos a disfrutar leyéndolo, sino que hemos descubierto a un autor, Enric Pardo, al que sin duda merece la pena seguir, y a una gran ilustradora; me gusta ir a una librería y buscando entre libros, que alguno llame mi atención porque reconozco las ilustraciones, es un poco la sensación que se tiene cuando nos topamos inesperadamente con un amigo.

Finalmente, una propuesta: compartid la lectura de este libro. El formato lo admite perfectamente; escoged a alguien que sepáis que va a disfrutar de él; las risas, compartidas, son más risas. 

Stardust

lunes, 23 de marzo de 2015

Hace unas semanas Juanjo y Virginia, de Ni un día sin libro, aparecieron en mi casa con una montaña de libros que he colocado en un lugar bien visible; me encanta ver los libros amontonados esperando ser leídos, porque además no es muy frecuente que se me acumulen. Los habían elegido individualmente, cuando me los dieron me fueron dando una breve explicación de por qué me habían traído cada uno de ellos; sé que disfrutaron tanto eligiéndolos como yo recibiéndolos, y eso convierte el momento en que empiezo uno de esos libros en algo muy especial.

Hoy os traigo el primero de esos libros, que ya me advirtieron me iba a encantar. Se trata de Stardust, de Neil Gaiman, en una edición ilustrada por Charles Vess. Lo primero que hice fue ojear las ilustraciones, delicadas y llenas de detalles; inmediatamente me sentí transportada al interior de la historia. Eso es exactamente lo que me gusta encontrar en una edición ilustrada: que las ilustraciones sirvan de cauce a la historia, que te conduzcan a ella y te hagan sentir aún en mayor medida parte de la misma.

Una vez metida de lleno en el mundo mágico creado con las imágenes, comencé a leer.  O mejor dicho, comencé a vivir la historia. Comienza en nuestro mundo, en la población de Wall, donde sus moradores conviven con la certeza de la magia, la fantasía y la ilusión que se oculta tras un pequeño hueco que sirve de puerta a Fairy. 

Como siempre, mi descripción del argumento no va a ir más allá. No me gusta ni siquiera leer la contraportada antes de comenzar un libro; me gusta la sorpresa, el ir descubriendo cada página con la mente desprovista de condicionamientos; prefiero la recomendación de alguien que me conozca bien.  

Sí os voy a contar que conforme iba leyendo iba perdiendo la noción de la realidad; ya no estaba sentada en mi sofá sino inmersa en la historia, oyendo en mi cabeza las palabras y viendo las imágenes que en cada página las complementan perfectamente. Sumergida por completo en un mundo mágico que me recordó en más de una ocasión a los cuentos de los Hermanos Grimm, a otra época, otros valores y otra forma de concebir  el romance y la aventura; un mundo capaz de albergar junto a la luz más brillante y cálida la oscuridad más profunda y aterradora. 

Un libro para aquellos momentos en que necesitas evadirte, cambiar el rumbo de tus pensamientos o hacer una pausa en ellos. Perfecta para un día gris, incluso para una época gris; en ocasiones necesitamos creer de nuevo en la magia, en el por qué no. 

Hace algún tiempo alguien me pidió un libro de una forma tan especial que la hice mía: déjame un libro que creas que puedo necesitar. En mi opinión, la forma perfecta de pedirlo; por un lado, produce auténtica satisfacción la búsqueda pensando precisamente en la persona que lo va a leer; por otro, es muy gratificante leer un libro que ha sido especialmente elegido para ti. Esa es la última sensación que quiero transmitidos hoy: cuando cerré el libro, además de permanecer maravillada aún por la historia, comprendí por qué Juanjo lo había elegido para mí. Y sí, acertaste: lo necesitaba.  

De regalo, un momento

miércoles, 18 de marzo de 2015

No podía ser de otra forma: la entrada de hoy está pensada, escrita y dedicada a la persona que, quizás sin saberlo, ha inspirado la idea de este blog. Ya tocaba, y aunque voy a aprovechar este día y hacerlo en forma de regalo, podría haber sido en cualquier otro; no soy muy partidaria de esperar a fechas determinadas, como habréis intuido, sino más bien de cuidar el día a día. Obviamente, me refiero a mi padre. Y como sucede con las personas importantes que damos por hecho que están y van a estar incondicionalmente, solemos descuidarlas, de ahí este regalo en forma de palabras. Como nunca puedo esperar para dar los regalos, esta vez tampoco lo haré; en cuanto escriba la entrada, la publicaré.

Quienes lo conocen lo aprecian y lo valoran, aunque no es una persona que se deje conocer con facilidad. Mi hermana y yo lo adoramos; no merece nada menos que eso, dado que nos ha demostrado cada minuto de nuestras vidas su apoyo, protección y amor incondicional. No recuerdo ningún momento en que lo haya necesitado y no esté; al contrario, nunca he tenido que pedir su ayuda porque siempre acude incluso antes de saber yo misma que la necesito.

Decía que él me inspiró la idea del blog. Siempre he visto en él la búsqueda de lo esencial, de los pilares sobre los que construir la vida; os decía el otro día que anotaba frases que le gustaban en una libreta, la mayoría tremendamente inspiradoras y que compartía conmigo. Y a partir de su ejemplo, empecé a hacer yo lo mismo: cada día, al terminar, me reservaba un momento, justo antes de leer, o ver una película, o simplemente relajarme con música, para buscar una frase, un pensamiento, una reflexión. Podía ser del libro que estuviera leyendo en ese momento o de otro que recordara, de un artículo que hubiera leído ese día, la fuente es lo de menos,, pero que en todo caso me hiciera aprender algo, me sirviera emocionalmente, me invitara a pensar.

Y ese es el germen de "En ese momento del día". Se me ocurrió que si yo tenía mi momento, y era algo tan esencial en mi vida, podía ser bonito compartirlo, y a la vez dar (por fin) rienda suelta a una de mis asignaturas pendientes: escribir. Una vez plantada la semilla, el resto vino solo: las películas, los libros, en definitiva todo aquello que me hace ser quien soy, la suma de todos mis momentos.

De manera que esto, que se ha convertido en una parte de mi vida que me define, también se lo tengo que agradecer a él. Sin duda hoy me quedo, de todos los momentos aquí compartidos, con la imagen de mi padre riéndose a carcajadas en su sillón, prácticamente llorando de la risa, cada vez que veía alguna de las escenas del "gran jefe indio" en Su juego favorito (podéis recordarlo aquí). Y nosotras, riéndonos más de verlo a él que de la propia película.

Cuántos recuerdos, aquellas tardes en que nos llevaba en el coche y jugábamos a ver quién chillaba más fuerte, ir con él de la mano por la calle, los cambios de ciudad que siempre he llevado tan mal y en los que tuvo (tuvieron) una paciencia infinita;  siempre a nuestro lado. Por mucho que me esfuerce, no creo que haya palabras para agradecer su presencia en mi vida; en cualquier caso, sé que no me dejaría ni decir gracias.

Por último, sus abrazos. Por muy triste que esté, por muy hondo que sea el bache que estoy pasando, es un alivio instantáneo que me abrace. Un refugio y un sentimiento de paz. Qué vida tan feliz nos ha proporcionado. Y lo sigue haciendo, ahora volcado en mis hijos, a los que espero transmita el mismo amor, los mismos valores y la misma esencia que me transmitió a mí. 

No quiero finalizar esta entrada sin un recuerdo para la persona a la que este año, por primera vez, no podré felicitar el día del padre, al menos en persona. Sé que está con nosotros, que lo estará siempre, así que desde este rincón, felicidades a ti también, suegro.



Momentos de película: Siete novias para siete hermanos

martes, 17 de marzo de 2015

Sé de alguna que va a disfrutar con la entrada de hoy. Toca película, musical, romántica, inspirada en el rapto de las Sabinas... Ya desde el título del post mi hermana está aplaudiendo y preparándose para lo que viene.

Siete novias para siete hermanos. Como decía, un musical romántico de los años 50 muy hollywoodiano (en el buen sentido) y un antidepresivo natural. Es imposible verlo sin ensimismarse, sin llevar el ritmo, sin emocionarse. La historia, de sobra conocida: los hermanos Pontipee (7) viven en una cabaña en la montaña, y el mayor de ellos,  Adam, baja al pueblo a buscar una esposa para que se ocupe tanto de él como de sus hermanos. Suena horrible, lo sé, pero lo cierto es que Adam se enamora de verdad, que Milly, la futura esposa, resulta ser de todo menos la típica mujer dócil y sumisa y que los acontecimientos posteriores (que no desvelo por si alguien no la ha visto) conforman una película que recomiendo en esos días en que todo parece un poco peor de lo que es.

Vamos con lo nuestro: las emociones. Cada una de las veces que he visto esta película (y os puedo asegurar que han sido unas cuantas), la he disfrutado, descubriendo detalles nuevos, sorprendiéndome con unas coreografías de lo más vistosas, deteniéndome en la música, los escenarios, la historia...Me he reído y enternecido. Estoy deseando volver a verla.

Lo mejor: los recuerdos. Siempre la he visto con mi hermana, cada una en un sofá, reaccionando exactamente de la misma forma en los mismos momentos. De hecho, sólo tengo que hacer un gesto para que sepa no sólo que me refiero a esta película, sino que incluso adivine la canción. La verdad es que si cierro los ojos me estoy imaginando perfectamente la escena, y sé que a ella le pasa lo mismo. Existe una gran compenetración entre nosotras y esta película, sin duda, puede ser el ejemplo perfecto.

Os recomiendo que la utilicéis como medicina, que aprovechéis la ternura y la alegría que desprende; la vida no siempre es fácil y es bueno tener a mano con qué endulzarla.

Los que estáis leyendo la entrada a través del móvil habréis observado que he intentado personalizar la plantilla para móviles, de nuevo gracias a los tutoriales de la página web de Miss Lavanda. Casi casi la tengo, lo único es que como habréis observado la fecha se ve repetida. El motivo es que por un momento me he flipado y he empezado a borrar e introducir códigos como si estuviera en Matrix, y claro está, algo he hecho mal. Lo digo porque tenemos dos opciones: o algún alma caritativa me dice dónde puede estar el problema, o fingimos que es una nota característica de este blog ;)

Ayer me gustó terminar con una frase. La verdad es que tengo costumbre de buscar al menos una para anotar cada día, costumbre adquirida de mi padre que las anotaba en una libreta pequeña que tenía y me imagino que seguirá haciéndolo; él no es consciente de lo mucho que ha influído en mí, sobre todo en las pequeñas cosas, aunque eso será objeto de un post muy especial. La frase de hoy la encontré en Pinterest y me llamó la atención por su sencillez y su fuerza: "Unas veces se gana y otras se aprende."

Un momento para jugar (I)

lunes, 16 de marzo de 2015

Hoy nos vamos a salir un poco del guión. Toca relajarse, ponerse cómodo, sentarse con amigos/pareja/hijos y... jugar. Sí, habéis leído bien, jugar. Si os soy sincera yo siempre he sido de juegos tradicionales, tipo Monopoly o Trivial (y me adelanto a los comentarios que seguro alguna persona está escribiendo ya desde que puse Monopoly: sí, hacía trampas. O más bien hacíamos ;)). Y hablo en pasado porque desde que leo diariamente el blog Ni un día sin libro, que ya conocéis porque hemos hablado aquí de él, he descubierto un universo totalmente desconocido para mí de juegos que os digo desde ahora mismo, tenéis que probar.

Es el caso del juego del que os voy a hablar hoy: black stories. En Ni un día sin libro nos hablaron ya de él, y su recomendación me hizo decidirme a probarlo. Lo pedí en Amazon y en cuanto llegó, nos pusimos manos a la obra. Aunque es un juego de adultos, jugamos con los peques y tengo que decir que aunque hay que simplificarlo mucho, les gustó tanto que he tenido que esconder la caja.



Se trata de una caja con cincuenta tarjetas, y en cada una de ellas hay que resolver un misterio. Os pongo aquí una imagen de una de ellas 

      

Uno de los jugadores será el que dirija el juego, y verá la parte de atrás de la tarjeta, en la que se resuelve el misterio. Los demás irán haciendo preguntas, pero sólo se admiten aquellas en las que se puede responder sí o no. Las soluciones son tremendamente imaginativas y por tanto no muy sencillas de adivinar, que es precisamente lo mejor de este juego. 

Me divertí, imaginé, me relajé y en definitiva fue un descubrimiento y un momento sin duda a recomendar: desde que terminé de jugar estaba deseando escribir aquí.

Por otro lado, habréis observado cambios en el aspecto del blog y en su contenido; espero que os guste y de lo contrario podéis opinar libremente, al fin y al cabo este blog es tanto mío como vuestro. Tengo que decir que soy una absoluta nulidad en la materia, y ha sido gracias a Miss Lavanda y sus magníficos tutoriales que he conseguido este resultado (que seguramente será básico pero a mi me parece toda una proeza). Me queda personalizar la plantilla para el móvil, que como veréis ahora es la misma que para ordenador.

Y para terminar el día, una frase de Bob Marley que me ha parecido muy inspiradora, y aplicable tanto a personas como a lo que aquí nos traemos entre manos, los momentos: "Si te hizo feliz, no cuenta como error."


Momentos y personas: la vida

domingo, 15 de marzo de 2015

La vida es un viaje. Un viaje muy corto, por más que no seamos conscientes. Y eso en cierta medida es bueno; sería tan difícil el día a día si lo fuéramos... El esfuerzo, los problemas, el desánimo haría mella en nosotros, no nos permitiría ni tan siquiera disfrutar de los buenos momentos. 

No obstante, hay situaciones en las que este viaje se hace tan difícil... Las palabras no sirven, y los sentimientos son enormes, sobrecogedores, nos paralizan y nos superan. Nos llenamos de rabia y de dolor, de repente el peso de las emociones es inmenso, llegamos a creernos incapaces de seguir adelante. No hay consuelo, solo esa opresión en el alma que lo llena todo.

Pero la vida sigue, como canta Sabina y hemos recordado aquí, "como siguen las cosas que no tienen mucho sentido". A lo largo del camino hemos ido rodeándonos de personas en las que apoyarnos, familia y amigos que hemos convertido en familia. Qué importante es tenerlos, cómo sin apenas darnos cuenta, están a nuestro lado, en silencio, sirviendo de bastón y de fuerza cuando la nuestra flaquea; viéndonos llorar y abrazándonos, sin más. Estando.

Muchas veces damos por hecho que siempre estarán, y demasiado a menudo no sólo no les prestamos atención, sino que descuidamos su afecto. Dar por sentado a quien nos quiere es un tremendo error; siempre he dicho aquí que la vida es una colección de momentos, pero también de personas. Nuestros momentos y nuestras personas.

Como decía al principio, es imposible vivir la vida como si cada día fuera el último. Pero sí podemos hacer algo que los que estamos en esta aventura del "en ese momento del día", creo que estamos llevando a la práctica, o al menos intentándolo. Y es disfrutar nuestros momentos. Cuidar los sentimientos y a las personas que nos quieren. Con pequeñas cosas. Un te quiero a destiempo, una llamada cuando no se espera, un mensaje en mitad del día...No vamos a dejarlo para más adelante porque no tenemos tiempo, porque estamos ocupados; tres segundos bastan para hacer sentir especial a una persona. Vamos a agradecer lo que hacen por nosotros, aunque sea tan cotidiano que se ha convertido en rutina. Vamos a hacer de la vida un lugar bello, con sus momentos amargos pero siempre con la mirada puesta en los nuestros.

Y hoy, más que nunca, vamos a recordar lo bueno. No quiero llorar ni que nadie llore, quiero que las personas a las que muy especialmente dedico esta entrada, esbocen una sonrisa, cierren los ojos y piensen en un momento en el que esa persona nos hizo reír. Yo lo estoy haciendo ahora mismo. 

Por último, os dejo con un poema atribuido a Benedetti (parece ser que erróneamente) que para mi, siempre, y más que nunca en momentos así, es LA ESPERANZA. Así, con mayúsculas y levantando la voz, la mirada y el alma.


"No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros
y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda,
y calle el viento,
aún hay fuego en tu alma
aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo.
Porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos
desplegar las alas
e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños

Porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero."

Khimera, un momento al estilo Gellida

martes, 10 de marzo de 2015

Entre sábado, domingo y lunes, (a ratos), he terminado con el nuevo libro de Gellida, Khimera. Tengo que decir que la campaña de promoción ha sido increíble, especialmente por un booktrailer que me ha parecido una forma realmente original y efectiva de publicitar una novela de este estilo, que no es otro que el estilo Gellida. 

Sí, hay un estilo Gellida. Todos sus libros son tremendamente visuales, incluso musicales. Éste en cierta medida también lo es. No quiero desvelar absolutamente nada del libro, ni siquiera avanzar su argumento, porque quiero que veáis el booktrailer y empecéis a leer, sin más introducciones. Sólo os diré que no tiene nada que ver con la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, de la que ya os hablé aquí. O quizás sí?

Vamos con lo nuestro: sensaciones. Leyéndolo me transporté sin mucha dificultad a sus páginas, tan inmersa que costaba trabajo llamar mi atención, y eso es algo que si bien he encontrado en algún otro libro que también he comentado en el blog, (aquí) lo cierto es que no es nada fácil. Me cuesta bastante después de tantos libros leídos encontrar historias que me absorban de ese modo, y esta lo ha hecho.

La historia se desarrolla en "tempos" muy acertadamente distribuidos; ese elemento me ha ganado por su efectividad y porque adivino en ello un rasgo, como os decía, del estilo Gellida: libros integrados en la música.

El argumento me ha hecho sentir el horror que también está muy presente en la obra de Gellida, la ternura en muchas ocasiones, la emoción, la intriga y lo mejor de todo, la sorpresa. Sí, me ha sorprendido, cuando lo empecé pensé que iba a ser algo que luego resultó no ser; fue mucho mejor. 

En definitiva, recomiendo su lectura, pero en esas condiciones que os apuntaba al principio: booktrailer y a leer se ha dicho. Eso sí, yo leería antes la trilogía, no porque sea este el cuarto volumen de la misma, que no lo es, sino porque para disfrutarlo plenamente es muy conveniente haberla leído.

No es ésta una reseña al uso; los que me leéis habitualmente sabéis que no me gusta hacerlas. Se trata de plasmar qué ha supuesto para mi el libro, qué emociones y sensaciones  y sobre todo, provocar en vosotros que al terminar esta entrada tengáis que buscar el booktrailer. Esa respuesta, ese interés es lo que busco; aunque por supuesto hay reseñas más tradicionales y podéis encontrarlas sin ninguna dificultad, yo os traigo los libros como a mi más me gusta conocerlos: de la mano de alguien que me cuente que se ha emocionado, reído o llorado con él.

Os invito a que descubráis a este autor, si no lo habéis hecho ya, y a los que me habéis contado que estáis terminando la trilogía, animaos a indagar en el estilo Gellida, un autor que sin duda nos va a ofrecer más de un momento de los nuestros.      

De poemas y momentos especiales

jueves, 5 de marzo de 2015

Siempre que empiezo a escribir una entrada, pienso “esta sí que es especial”. Todos y cada uno de los días. Porque escribo sobre cosas que me apasionan, que han tenido un significado en mi vida y que en algún momento, me han conmovido. Algunas me produjeron tristeza, otras nostalgia, las más, alegría. Pero sin duda las palabras, frases, versos de la entrada de hoy no sólo forman parte de mis recuerdos, sino que además recurro a ellos tan a menudo que se han vuelto parte de mi, me identifican, me definen. 

En primer lugar, el primer poema que disfruté de verdad, y que precisamente por eso es tan especial. Nunca antes me había llamado la atención la poesía, pero con quince años tuve la enorme suerte de tener un profesor de literatura de los que disfrutan enseñando, más incluso que la asignatura, la vida a través de las letras. Le debo el saber apreciar tanto la poesía como a Aute, y el llenar muchos de mis momentos, así que más adelante también formará parte de los vuestros a través de mis recuerdos. 

Es muy frecuente que si le preguntas a alguien cuál es su poeta favorito, o al menos uno de sus favoritos, nombre a Neruda. Y seguramente la primera poesía que nos viene a la cabeza es esta q reproduzco a continuación. Probad a leerla despacio, en voz alta, recreándoos en cada palabra. Por muchas veces que la hayáis oído, por muchas veces que la hayáis leído, miradla hoy con otros ojos; utilizad todos vuestros sentidos, respiradla. Hacedla vuestra. 

“Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.”

Qué forma tan perfecta de decir me gusta todo y nada a la vez, todo lo que no dices también me llena, porque no hace falta que me lo digas; porque lo sé, porque  lo siento, porque te siento. 

En segundo lugar, una canción de Quique González, inspirada en un bellísimo poema que me reservo, así como a su autor, (porque también tendrá su momento), compuesta para Enrique Urquijo: Aunque tú no lo sepas. Alguien me dijo que no había podido ni escucharla entera porque le había producido una tristeza insoportable. Recuerdo que le contesté que el hecho de que algo te provoque una emoción tan intensa es señal de que es algo especial; al fin y al cabo, de eso trata la vida, o debería tratar. Como con la anterior, leedla despacio, incluso cantadla, pero bajito; la ternura no se grita. 

“Aunque tú no lo sepas me he inventado tu nombre, 

me drogué con promesas 
y he dormido en los coches. 

Aunque tú no lo entiendas 
nunca escribo el remite en el sobre 
por no dejar mis huellas. 

Aunque tú no lo sepas me he acostado a tu espalda 
y mi cama se queja
 fría cuando te marchas. 
He blindado mi puerta 
y al llegar la mañana 

no me di ni cuenta 
de que ya nunca estabas. 

Aunque tú no lo sepas 
nos decíamos tanto, 

con las manos tan llenas,
 cada día más flacos. 
Inventamos mareas,
tripulábamos barcos 
y encendía con besos
 el mar de tus labios.”

Un universo de posibilidades: la oportunidad perdida, el dolor que conlleva, o quizás ese momento en que por primera vez somos conscientes de lo que no podemos perder, a lo que no podemos renunciar, porque sería tanto como renunciar a nosotros mismos. 

Comenzaba diciendo que ésta ha sido una entrada especial; aunque siempre pongo algo de mí en cada línea que escribo, en esta ocasión me quedo con la sensación de un momento íntimo y muy personal que he compartido. Espero que os haya llegado y que cada uno de vosotros pueda adaptarlo y como siempre, hacerlo suyo. 




De libros y momentos de siempre

miércoles, 4 de marzo de 2015

Siempre que me preguntan cuál es mi libro favorito, me quedo pensando a ver si en esa ocasión alguno de ellos viene a mi y se postula claramente como tal. Pero no, y creo que siempre será así, porque cada libro que he leído, incluso los que han pasado sin pena ni gloria me han dejado algo; ya fuera un sentimiento de enfado porque el escritor se ha quedado a medias, ya una profunda satisfacción porque ha conseguido llegar a mi, incluso pena porque la historia que me ha tenido tan metida de lleno, tan atrapada, se acaba.

Además, pienso que hay un libro para cada momento, para cada etapa de la vida. Aunque hay ocasiones en que un libro que leímos en nuestra infancia, lo releemos y descubrimos que ahora además de gustarnos nos emociona; ahora forma parte ya de nuestra vida y junto con el libro vienen recuerdos, sentimientos.

Hoy os traigo un libro que leí hace muchos años, no digo cuántos porque no me acuerdo exactamente, de cuándo lo compré,  pero la reimpresión es de 1983 así que echad cuentas. Seguro que lo conocéis: es de la colección de Sempè Goscini, Las vacaciones del pequeño Nicolás. Tuve alguno más, pero las mudanzas que a lo largo de nuestra vida hemos hecho han dejado algunos por el camino. 

Me encanta el mero hecho de coger este libro de la estantería. No es muy grande, aunque sí un poco más ancho de lo normal. Hay que ojearlo con mucho cuidado porque algunas páginas están sueltas y la portada no está intacta, me produce tanta ternura... Es como tener a un viejo amigo entre las manos, un amigo que me hizo vivir las aventuras de ese niño extraordinario, divertidísimo, y que (aquí viene lo bueno) a veces decía cosas que yo no alcanzaba a entender del todo; posteriormente, ya adulta, releí, comprendí, me reí con ganas y en suma, disfruté de nuevo casi tanto como la primera vez.

Las ilustraciones de Sempé son tan características que las reconocería en cualquier parte. Son maravillosas, muy detallistas, expresivas y son perfectas para los textos de Goscinny, divertidísimos, con un punto de ironía que os aseguro os gustará.

Isabel, mi hija de 9 años y yo lo hemos leído juntas y a ella le ha encantado también. Tanto que compramos la reedición de Alfaguara (el mío también era de Alfaguara), que sigue siendo una maravilla, si bien yo como soy una enamorada de la edición que yo tengo no hubiera hecho ningún cambio (han modernizado un poquito el lenguaje y adaptado algún nombre); aún así, sigue siendo un libro para recomendar.

No sé si vosotros notáis cuando algo me emociona de verdad. Yo sé que escribo de otra forma, casi atropellando las letras porque tengo en la cabeza las palabras deseando salir, deseando transmitiros lo que hay allí y convencer a alguien para que coja este libro (o película, o música) y disfrute tanto como yo, y hable conmigo para compartirlo... Siempre he leído que la lectura es un placer solitario, y es cierto que requiere tiempo a solas, pero, ¿cuántas conversaciones suscita? ¿Cuántas veces estamos deseando acabarlo para inmediatamente llamar a aquel amigo que se lo ha leído y hablar de ello?

Yo estoy segura de que en sólo tres semanas que llevamos con esta aventura, notáis perfectamente lo que simplemente me gusta, lo que me apasiona, incluso puede que se deje traslucir mi estado de ánimo. Como hoy no era el mejor, la verdad, he traído a este viejo amigo que ha estado toda mi vida bien cerca de mí, siempre visible y siempre dispuesto a ofrecerme su compañía. 



           

El golpe

martes, 3 de marzo de 2015

Para mí, la película perfecta. Hay películas que me conmueven más, las hay más divertidas, más trascendentales... Pero esta es mi película perfecta. De todas las veces que la he recomendado, incluso con tan altas expectativas como genera el describír una película así, nadie me ha dicho otra cosa que: tenías razón, es perfecta!

Sin duda una de las cosas que hacen inigualable esta película son los actores protagonistas: Robert Reford, y Paul Newman (esos ojos...) Siempre que veo en una película a estos dos juntos pienso en qué perfecta simbiosis, que complicidad y qué buena noticia para los espectadores que saben que lo que van a ver va más allá del cine, es actuar en el sentido más puro y perfecto de la palabra.

El argumento promete, un veterano timador (Newman) y su equipo se encuentran en un tren con un joven que va a su aire, de algún modo en una serie de enredos terminan en una partida contra uno de los hampones más importantes y con ciertas cuestiones pendientes con Newman. La idea es atraerlo hacia una sala de apuestas con la promesa de que están amañadas y si se introduce en el negocio obtendrá un porcentaje considerable de las ganancias.

Todos los cambios de escenario son anunciados al modo del cine antiguo, lo que reviste a la película de una aire nostálgico que es perfecto para su cometido. A continuación,  un auténtico caos para montar una casa de apuestas que no tiene nada que envidiar a las mejores y que convence completamente al hampón. Enredos, peleas, situaciones divertidas y otras no tanto..

Y un final, ese sí, perfecto.

Tengo un recuerdo tan bueno de esta película que solo el pensar en ella me calma. Me hace esbozar una pequeña sonrisa incluso en días en que no encuentras motivos para sonreír de verdad, desde el alma, que es la única manera de hacerlo.

En cualquier caso, solo el ver a Robert Reford en su papel de aprendiz (aunque en ningún caso él se calificaría así) de un Paul Newman irónico, siempre en juego, divertido aun sin pretenderlo... Merece la pena.

Os animo a verla, sea cual sea vuestro estado de ánimo vais a disfrutare enormemente y a conseguir un momento para recomendar.

Un momento de ficción (II)

lunes, 2 de marzo de 2015

Apenas llevaba dos días allí y parecía como si nunca se hubiera ido. Las viejas heridas, que creía curadas, se habían abierto en el instante en que llegó a casa...no, en realidad en el mismo momento en que se dio cuenta de que necesitaba volver. Eso estaba bien, no quería que en ningún momento se le pudiera olvidar cuánto daño le había hecho. Por si acaso. Había aprendido a base de experimentar el dolor que supone la incertidumbre, la indiferencia, en definitiva la enorme decepción que conlleva el volcarse en alguien para descubrir que al final, ni siquiera la había considerado merecedora del esfuerzo más nimio. Aún dolía. Y aunque había aprendido a convivir con esa idea, dolería siempre. 

Pero no había vuelto allí para autocompadecerse de esa forma. Ni para hacerse daño, como le había sucedido en el pasado; llegó un momento que lo quiso por encima de su propio bienestar, y eso no volvería a pasar. Lo cierto es que tenía que agradecerle el haber aprendido a quedarse un paso atrás, a no confiar, a esperar y a no arriesgarse. Y funcionaba. Al menos no sufría.

Por otro lado, el volcar esos sentimientos en el papel le habían llevado a escribir la novela que le permitió dedicarse de lleno a su gran pasión; escribir había sido su terapia. Vivía a través de sus libros; cualquier experiencia la filtraba, retenía y convertía en un torrente de palabras, en emociones y sentimientos encerrados en páginas que la acercaban a experimentar aquello que no se atrevía a vivir, esa parte que había dejado atrás. No se permitía sentir más que a través de la tinta impresa.

En cualquier caso lo que sí había logrado era la tranquilidad y la calma que tanto ansiaba, acrecentada por el mero hecho de estar en la casa que siempre le había producido paz. En cuanto la vio se enamoró de ella, y echaba de menos cada minuto que estaba en otro lugar. En los últimos años no pudo, o no quiso volver, pero ahora no se explicaba cómo podía haberse sentido bien en otro sitio que no fuera sentada en su sillón de mimbre, con una copa de vino y un cielo estrellado, abierto, inmenso... Ni siquiera se había parado a contemplarlo en los años que pasó fuera de allí. Como si hubiera estado reservando ese momento, su momento.

Recordó entonces que al día siguiente había quedado para comer con una de sus mejores amigas, y de inmediato se impacientó. Por un lado por lo mucho que la había echado de menos; aunque hablaban casi a diario, no era lo mismo. Por otro, porque su amiga había aceptado acompañarla a la casa que su tía Amalia, que había fallecido de forma inesperada un mes antes de su llegada, le había dejado. Lo cierto es que no era su tía, sino una muy querida amiga de su madre que había sido siempre una más de la familia, y con la que había mantenido el contacto a través de cartas que la anciana le enviaba puntualmente, una cada semana. Sonrió al recordar cuánto le ilusionaba abrir el buzón y encontrar el sobre con la puntiaguda letra que reconocía al instante. La gente olvidaba el poder de la palabra escrita, y el valor que tenía que alguien dedicara unos minutos de su tiempo a otra persona para plasmar ideas, sentimientos, para recordar el pasado o hablar del futuro... Era tan bonito, tan especial...

 Se levantó.