Hay música que emociona, música que nos alegra, música que incluso, nos hace llorar. Si nos paramos a pensarlo, qué grande es el poder que puede llegar a ejercer en nosotros, ¿verdad? Haced una prueba: poned el fragmento que más os aterrorice de una película de miedo, y quitadle la música; comprobaréis que no causa ni la mitad del efecto que os producía.
Pues bien, desde esta perspectiva, hoy vamos a repasar música que, de forma inmediata, sólo con oír los primeros acordes, nos traslada de inmediato a otro lugar de nuestra memoria. Como una máquina del tiempo, nos vemos con diez, quince, veinte años, en el preciso instante en que escuchábamos esa canción, que de algún modo se ha convertido en una parte de nuestra banda sonora.
Por supuesto la lista es inmensa, casi tan larga como la cantidad de momentos vividos, así que en estas líneas es imposible recogerlas todas. Las que hoy os traigo son sólo un ejemplo; los que como yo, nacisteis en los años 70, seguro que compartís muchas de ellas. No son exactamente mis preferidas; alguna ni siquiera me gusta escucharla, porque va asociada a un momento que es doloroso recordar, pero todas las que hay aquí suponen un pasaje inmediato a mis recuerdos.
Sabor de amor, Danza invisible en una canción que fue un referente, y que me traslada a las primeras veces que salí con amigas. Mil calles llevan hacia ti, cantaba la Guardia, en el autobús que nos llevaba de excursión a Oporto, con 14 años, junto con Cartas en el cajón.
La Unión, mucho tiempo, muchos recuerdos. Conciertos, personas, y una parte de mi que conservo, que he ido llevando conmigo y que he compartido con la gente más importante de mi vida. De aquí, Vivir al Este del Edén y Sildavia han crecido conmigo; esta última, de forma muy especial.
Cómplices, con su Es por ti, en el campamento de Silleda. En aquel momento, la oímos hasta aborrecerla; sin embargo ahora me gusta escucharla, me produce ternura y añoranza.
De Sabina, todas. Y sin embargo, mi preferida; no obstante no puedo escucharla, me produce muchísima tristeza, aunque como está asociada a un recuerdo precioso, siempre estará ahí.
Police, Every breath you take, una fiesta en un local en Santiago, y un rato de risas porque un compañero que no sabía nada de inglés la cantó enterita, fonéticamente perfecta aunque sin tener ni idea de lo que decía.
Hoy, me quedo con esa época. Faltan muchas, por descuido o a conciencia, pero al final este ejercicio me sirve para descubrir lo importante que es la música en mi vida. Hoy, nostalgia, añoranza y un sentimiento de que ha pasado mucho tiempo; y por hoy basta con eso.
Mi recomendación, como ya intuís, es que hagáis el mismo ejercicio. Pensad en canciones que van unidas indisolublemente a momentos de vuestra vida, de forma que en cuanto las escucháis os arrojan bruscamente a ellos, os ponen en contacto con esa parte de vosotros que a veces ya ni recordáis.
Os dejo con una de mis canciones de hoy, de ayer y de siempre. El momento: con una queridísima amiga una noche de esas interminables en la que me descubrió esta canción.
Veo tu casa desde mi balcón
chimeneas y tu ropa al sol
aviones plateados rozando los tejados
vestido y en la cama vigilo tu ventana
Miro libros de pintura que robé
no tengo hambre hoy no comeré
no se de que me quejo
ya tengo lo que quiero
soy libre ante el espejo
no salgo ahora que puedo
Y tu siempre dices que soy
un alma del averno
tendré que darte la razón
quizá sea cierto
Siempre suelo querer lo que no tengo
y ahora que ya no estas aquí
me voy consumiendo
Ropa sucia, cuadros que he pintao
discos viejos, to por ahí tirao
mas vale 15 días
no me levantaría
desorden en campaña
ahora se que me engaña
Credenciales de posesión
que tontería
estos celos me han abrazao
no sé que me creía
Y yo que decía por fin
ahora la tengo
y ya estaba de vuelta de to
a ver si aprendo
Y tu carta me confundió
ahora lo entiendo
tu mirada me lo advirtió
tu "jamas vuelvo"...