A estas alturas ya conocéis mi afición a la novela gráfica, un reencuentro que se produjo gracias a los amigos de Ni un día sin libro, que de nuevo trajeron a mis lecturas los "cómics" que creía relegados a la infancia. No sólo es un género que carece de edad, sino que además cuenta con auténticas joyas como la que hoy os traigo: La casa.
El autor, Paco Roca, me fascinó en Arrugas, de la que hablaremos en otra entrada sin duda, y por ello escogí La casa en la estantería de mi librería favorita. Cuando comencé a leerlo, no pude parar. Me vi en aquella casa, sentí la nostalgia, los años transcurridos, la resignación de la vejez.
Entré una y otra vez en aquel patio a través de los ojos de cada uno de los hijos. En todos ellos, un anhelo: recuperar a aquel que se fue, vivir de nuevo el tiempo compartido. A los padres se les adora, se les admira y llegado un momento, se les juzga con severidad; olvidamos tantos momentos en que han vivido por y para nosotros, los sacrificios, las noches en vela y las decepciones, no con nosotros, sino consigo mismos. Cuando por fin aceptamos que, al fin y al cabo, son humanos, y aprendemos a disculpar sus errores, es cuando más cerca estamos de ellos. En algunos casos, se inaugura una etapa de compañerismo, de confidencias y de recuerdos; en otros, sin tiempo ya para ello, debemos conformarnos con los recuerdos.
Y así, a través de las páginas de La casa, paseamos por la vida de su dueño a través de sus hijos; nos emocionamos con el momento en que deben deshacerse de sus cosas, asistimos al reencuentro entre los hermanos, contenemos la respiración cuando se atreven a desear, y si...?
Y comprendemos que sí, es posible recuperar en nosotros al niño que fuimos, perdonar y comprender. Quedarnos con lo esencial, con unos recuerdos que son parte de nosotros: somos los que somos gracias a cada uno de los instantes vividos.
En las viñetas de En la casa, somos espectadores de toda una vida. Del proceso de duelo, de lo que supone la pérdida de una referencia como es el padre. Las comparaciones, los análisis de la propia vida son inevitables; en cierto modo, termino el libro y me siento más cerca del mío, lo comprendo un poco mejor y siento que el tiempo pasa demasiado aprisa.
Un libro para emocionarse, para aplicar a nuestra realidad; para vivirlo. Entrad en La casa, acompañad al autor a través de sus recuerdos. Y al fin, volved la mirada a aquellos que os rodean, los que siempre han estado ahí; decid te quiero siempre que podáis. Al final, lo que nos llevamos, lo que queda, es eso.