En
todo este tiempo sin escribir, he leído libros, visto películas, escuchado
música y visitado sitios que sin duda merecen un hueco aquí. Sin embargo, hoy
vuelvo al libro que tenía entre manos la última vez que publiqué una entrada, y
que no he conseguido quitarme de la cabeza: Instrumental, de James Rhodes.
He
empezado muchas veces a escribir la reseña correspondiente; he releído lo
escrito, borrado, vuelto a escribir y borrar. Ante un ejercicio de sinceridad y
valentía inmensas como el que realiza el autor, no es posible quedarse a medio
camino, limitarse a describir el argumento, pasar de puntillas. No sólo porque
en él se trata el tema de los abusos a menores (o como dice el autor,
violaciones; parece que el término abusos trata de suavizar el efecto que pueda
tener en nuestras conciencias), sino por cómo está contado.
Y es
que el autor no se limita a relatar su sufrimiento de entonces, sino también
las consecuencias que a día de hoy aún sufre. Y lo hace presentándose como un
ser imperfecto, sabiendo que es la víctima y mostrándonos que en realidad,
necesita sentirse víctima. Quizás es la parte que más me llamó la atención: no
era necesario que nos mostrase que en realidad "disfruta" siendo la
víctima, un giro inesperado que en un momento determinado podría conseguir
justo lo contrario, el que dejáramos de verlo así. No, no era necesario, y
precisamente por eso, logra que nos rindamos, que abandonemos cualquier idea
preconcebida y que abramos nuestra mente a todo la crudeza que expone.
Por
supuesto, podemos dejar el libro en cuanto nuestra sensibilidad se ve herida,
apartar la vista y continuar con nuestra vida. O mejor dicho, con nuestra
apariencia de vida; no creo que sea posible una vida plena en la que
simplemente apartemos a un lado aquello que nos es molesto. No lo hagáis. Os estaríais perdiendo una
historia dura, sí, pero una historia en la que la esperanza y la redención se
van abriendo paso a medida que avanzamos.
Y al
fin, la música. Como la gran salvadora, la materialización de cualquier
sentimiento. Viajamos en el tiempo a través de la vida del autor de la mano de
las composiciones musicales que han marcado cada etapa de su vida, o que de
alguna forma siente que la representan. Y así, de su mano, vamos conociendo, o
redescubriendo, según los casos, algunas piezas indispensables de la música
clásica. Es una selección subjetiva, claro está, y hay que contemplarla desde
la perspectiva que el autor nos ofrece: representan pasajes de su vida,
momentos de gran intensidad que él aprecia entre sus notas. Atención a la
locura, de la mano de Prokofiev: estremecedora.
Mi
recomendación: una primera lectura del libro, que permita tener una visión de
conjunto. Y luego, con los sentimientos a flor de piel, ocupaos de la música.
Comenzad con la selección del prólogo, e id releyendo cada capítulo de la mano
de la pieza que lo encabeza. Aprovechad el efecto terapéutico de la música
clásica; en el caso de Rhodes, Bach le salvó la vida de una forma literal, pero
lo cierto es que todos, en un momento u otro, llegamos a tener algún aspecto
que sanar. Lo difícil es tener la honestidad suficiente como para
reconocérnoslo, y la valentía de abordarlo; cualquier momento es bueno para
empezar, así que, ¿por qué no hoy?