La casa. Una novela gráfica para emocionarse.

miércoles, 24 de febrero de 2016

A estas alturas ya conocéis mi afición a la novela gráfica, un reencuentro que se produjo gracias a los amigos de Ni un día sin libro, que de nuevo trajeron a mis lecturas los "cómics" que creía relegados a la infancia. No sólo es un género que carece de edad, sino que además cuenta con auténticas joyas como la que hoy os traigo: La casa. 


El autor, Paco Roca, me fascinó en Arrugas, de la que hablaremos en otra entrada sin duda, y por ello escogí La casa en la estantería de mi librería favorita. Cuando comencé a leerlo, no pude parar. Me vi en aquella casa, sentí la nostalgia, los años transcurridos, la resignación de la vejez. 

Entré una y otra vez en aquel patio a través de los ojos de cada uno de los hijos. En todos ellos, un anhelo: recuperar a aquel que se fue, vivir de nuevo el tiempo compartido. A los padres se les adora, se les admira y llegado un momento, se les juzga con severidad; olvidamos tantos momentos en que han vivido por y para nosotros, los sacrificios, las noches en vela y las decepciones, no con nosotros, sino consigo mismos. Cuando por fin aceptamos que, al fin y al cabo, son humanos, y aprendemos a disculpar sus errores, es cuando más cerca estamos de ellos. En algunos casos, se inaugura una etapa de compañerismo, de confidencias y de recuerdos; en otros, sin tiempo ya para ello, debemos conformarnos con los recuerdos. 

Y así, a través de las páginas de La casa, paseamos por la vida de su dueño a través de sus hijos; nos emocionamos con el momento en que deben deshacerse de sus cosas, asistimos al reencuentro entre los hermanos, contenemos la respiración cuando se atreven a desear, y si...?

Y comprendemos que sí, es posible recuperar en nosotros al niño que fuimos, perdonar y comprender. Quedarnos con lo esencial, con unos recuerdos que son parte de nosotros: somos los que somos gracias a cada uno de los instantes vividos. 

En las viñetas de En la casa, somos espectadores de toda una vida. Del proceso de duelo, de lo que supone la pérdida de una referencia como es el padre. Las comparaciones, los análisis de la propia vida son inevitables; en cierto modo, termino el libro y me siento más cerca del mío, lo comprendo un poco mejor y siento que el tiempo pasa demasiado aprisa. 

Un libro para emocionarse, para aplicar a nuestra realidad; para vivirlo. Entrad en La casa, acompañad al autor a través de sus recuerdos. Y al fin, volved la mirada a aquellos que os rodean, los que siempre han estado ahí; decid te quiero siempre que podáis. Al final, lo que nos llevamos, lo que queda, es eso. 

Maridaje y momentos: Ilex "A solas"

miércoles, 17 de febrero de 2016

Hacía tiempo que quería volver a traer al blog lo que yo llamo "maridaje y momentos". La verdad es que un buen vino contribuye a crear una atmósfera de intimidad y hogar, tanto en compañía como a solas, y en general cualquiera de las recomendaciones que aquí hacemos se pueden (incluso se deben) disfrutar con una copa de nuestro vino favorito. 

El que os traigo hoy es Ilex Coupage 2014, de Bodegas Castiblanque, Campo de Criptana (Ciudad Real). Un descubrimiento perfecto para acompañar otro: las ilustraciones del libro "A solas", de Idalia Candelas. No he tenido oportunidad de conseguir el libro (aunque estoy en ello), pero sí de conocer su trabajo gracias a su instagram, y desde el primer vistazo me atrapó. 

Las ilustraciones de A solas nos cuentan la historia, cada vez más común, de mujeres que viven sin pareja. Hasta aquí, ninguna novedad, ¿verdad? Pero lo cierto es que sí es un tratamiento novedoso: la soledad como algo deseable, atractivo. Cada ilustración refleja un momento, un pequeño placer: una taza de café en la cama, un libro a solas... Y aunque no hay palabras, cada imagen destila armonía, serenidad... Una auténtica declaración de principios. 

Porque lo cierto es que tradicionalmente hemos visto la soledad como algo indeseable, un sentimiento del que huir a toda costa. Pero ¿y si resulta que no lo es, que es algo incluso necesario? No solamente una opción de vida que puede ser tan plena como cualquier otra, sino un espacio que, incluso en el caso de aquellos que han escogido vivir en pareja deben reservar y descubrir. Viendo estas ilustraciones, en ese momento que me he reservado, con una copa de vino al lado, me doy cuenta de que estoy viviendo mi propio momento a solas; pensad en ello, recopilad vuestras situaciones; elegid aquellas que os son más necesarias. Desde esa perspectiva la soledad no nos asusta, ¿verdad?

Y así, hay veces que hay que pararse, respirar y mirar adentro. Para no perderse en los papeles que nos definen en relación a los demás (madre, hija, esposa, amiga, hermana...), para desarrollar nuestro yo, para conocernos y en definitiva, lo más importante: para querernos. Sólo así podremos ofrecer a los demás nuestra mejor versión. 

Las ilustraciones de Idalia consiguen el más difícil todavía: transmitir sentimientos. Os dejo con la que he guardado en el móvil, para cuando me hace falta cierta calma: un oasis de bolsillo. Elegid el vuestro, acompañadlo de una copa de Ilex y disfrutad, hoy mismo, de una soledad enriquecedora. 





Irène

miércoles, 10 de febrero de 2016

La entrada de hoy debía haber sido la entrada de ayer, y el tema diferente, pero este fin de semana se cruzó en mi camino "Iréne", de Pierre Lemaitre, (editorial Alfaguara negra), y desde prácticamente la primera página, supe que en el momento en que lo terminara, tenía que escribir sobre él. 


Recordaréis al autor porque ya hemos hablado de otro de sus libros, "Vestido de novia", que fue el motivo de que el viernes pasado eligiera "Iréne" en la estantería de la librería. Recordé que el primero de ellos me sorprendió; una historia bien elaborada, sin cabos sueltos, que mantiene el suspense a lo largo de toda la novela y que no defrauda en el final. 

Esperaba, por tanto, algo similar a "Iréne". Me apetecía leer algo que me entretuviera, una historia bien contada, intriga y acción con un argumento poco convencional, fundamentalmente. Pero me encontré más. Mucho más. 

"Iréne" es el primer libro de la serie protagonizada por el inspector Camille Verhoeven, quien encabeza un equipo de policías que se enfrentan a una serie de crímenes no aptos para estómagos delicados. Eso, y sólo eso, es lo que quiero desvelaros del argumento, porque es uno de esos libros a los que hay que enfrentarse, más que disponerse a leer; sumergirse en él y pensar que es muy probable que su protagonista termine acompañándonos durante más tiempo del previsto. 

Y es que quiero seguir conociéndolo. Quiero saber hasta dónde Lemaitre va a llevar a su personaje, qué le permitirá hacer y qué estará vedado. Porque desde que comencé el libro, la historia me mantuvo alerta, intrigada, deseando volver a ella, pero sin duda fue Camille, con su toque de atipicidad, su perspicacia a lo Sherlock y su aparente normalidad, (que no vulgaridad), quien me condujo por todo el libro, sin permitirme apartar los ojos de él. 

Camille es más de lo que muestra. Y no creo que la intención del autor sea que lo conozcamos en este libro; hay más, mucho más, oculto tras su fachada de hombrecillo acostumbrado a las miradas de asombro. Y no me refiero a los momentos en que se muestra al hombre, (fundamentalmente a través de su relación con Irène, su mujer), y no al policía. Hay algo en él, una furia que se adivina contenida a lo largo de su existencia, que quizás tiene que ver con su físico y con un pasado que tampoco se nos revela en este primer libro. Laemaitre nos permite asomarnos por una rendija e intuir que, en algún momento, su realidad se romperá. Y nos situamos como espectadores de lo que está por venir, queriendo a la vez ver que sucede, y evitarlo. 

Lo acompañan un elenco de personajes que se definen en relación con él; lo complementan, sirven a sus propósitos incluso aun cuando es él quien termina por hacer de ellos lo que son. Como antagonista, un personaje perverso, sí, pero no sólo eso; sus acciones son inexplicables para una mente sana, ¿o quizás no? ¿Terminaremos considerándolo solo un enfermo, o hay algo más? 

Por si todo esto no bastara, a lo largo del libro hay numerosas referencias a la novela negra, con una lista de clásicos que puede dar origen a un debate que sólo se apunta en el libro, pero que sin duda existe. De momento, me quedo con las referencias de Lemaitre a otras obras, y con la posibilidad de una interesante conversación/discusión con aquellos de los que me rodean que lean el libro (¿no sería increíble poder tenerla con el autor?) acerca de la elección de las obras. Estoy segura de que alguno de los que me leéis está frotándose las manos ante la perspectiva. 

En definitiva, un libro que convierte al lector en espectador, y a la vez le otorga un papel protagonista; el de conocer, descubrir y quién sabe si identificarse con Camille, prolongando su misión más allá de la última página. Así, mi recomendación de hoy es que comencéis a conocerlo; estoy segura de que como en mi caso, vuestro próximo destino será el siguiente libro de la serie: "Álex". 


Un momento de película: Fargo

lunes, 1 de febrero de 2016

Hoy os traigo una película que cualquier persona que se considere aficionado al cine, debería haber visto. No era mi caso; durante mucho tiempo cada minuto libre lo pasaba con un libro en las manos, quizás porque era lo que necesitaba en ese momento. Ahora, sin embargo, hay momentos que no puede llenar un libro, o que merecen ser compartidos, y vuelvo la mirada al cine. 

De manera que hoy viajamos a la América profunda. Extensiones de nieve hasta donde la vista alcanza; todo es frío, una sensación que llega al espectador en forma de desolación. Una calma aparente que sin embargo no produce tranquilidad, sino un desasosiego que al principio, parece inexplicable. 


La introducción, tramposa, trata de preparar a quienes asistimos a esta manipulación de los Cohen, de situarnos en el lugar que ellos han diseñado para nosotros. Por supuesto, caemos en sus redes, y nos preparamos para lo peor. Comienza el espectáculo. 

Creo que no despegué en ningún momento la vista de la pantalla. No pude. Comenzó atrapándome el personaje de Jerry (William H. Macy), con su mezcla de nerviosismo, falta de escrúpulos, avaricia y modales. En algún momento, empiezo a verle el lado cómico, pensando que en realidad no debería parecerme cómico; la historia es trágica, ¿no? En ese momento, cuando las dudas comienzan a abrirse paso en mi mente, entran en escena Carl (Steve Buscemi) y Gaear (Peter Stormare), los matones contratados por Jerry para secuestrar a su mujer y estafar a su suegro.  Empiezo sintiendo una sensación cercana al miedo; seguramente está a punto de producirse un violento estallido, quizás del más callado, el de la mirada vacía... El estallido no se produce y la situación empieza a parecerme cómica, pero en realidad... 

Es entonces cuando comprendo que están jugando conmigo. Que nada es lo que parece y que los Cohen van a sorprenderme, a fascinarme y a entretenerme. Y así, desde este nuevo enfoque, me enfrento a LA ACTUACIÓN, así, en mayúsculas, de Frances McDormand; por una vez, me quedo sin palabras. La policía embarazada, que va tambaleándose por cada escena del crimen dejándonos momentos como aquel en el que se dobla para evitar las náuseas matinales al lado del coche en el que hay un cadáver. No puedo evitar reír cada vez que aparece en pantalla. 

Y así, vamos yendo de un extremo al otro; imágenes fuertes, sangrientas, dan paso al absurdo. Como trasfondo, una reflexión: lo que puede esconder la aparente rutina, una vida plana, casi aburrida, que sin embargo es la punta del iceberg. Una persona anodina, un lugar  donde nunca pasa nada, han sido el origen de un auténtico torbellino de horrores; los Cohen han creado una historia que parte de la nada, nos lleva por un camino que es un espejismo; cambiamos de senda, pensando que los hemos descubierto, para al final percatarnos de que el mensaje es otro. ¿O no hay mensaje?

Mi recomendación: olvidad todo lo que he dicho aquí. Al menos hasta que la hayáis visto. No os dejéis influir por ninguna opinión previa, y no os dejéis guiar. Ni siquiera por los Cohen. Una vez que la veáis, entonces sí; compartidla: una charla con amigos en la que seguro cada uno, ante la misma ficción, imaginó otra realidad. Descubrid Fargo.