De nuevo Gaiman: Neverwhere

martes, 26 de enero de 2016

Cierro el libro, y miro a mi alrededor, desorientada. Casi diría que decepcionada. Me he pasado unas cuantas horas en Londres de abajo, escéptica y arrugando la nariz al principio para terminar deseando más. Es Neverwhere, de Neil Gaiman, un libro, un universo paralelo; un mundo ¿inventado? que convive con nosotros. 

Aunque a Gaiman ya lo conocía (¿recordáis Stardust?), descubrí este libro gracias a una lista de "las diez lecturas que fascinarán a lectores adultos de Harry Potter" (aunque si me hubiera molestado en preguntarle a los amigos de Ni un día sin libro no hubiese necesitado lista), y lo cierto es que, salvando las distancias, entiendo la inclusión de Neverwhere en esa lista. La versión que yo he leído es una combinación de varias, puesto que Gaiman escribió la novela a partir de lo que originariamente fue una serie para la BBC. Refundiendo varias versiones, la publicación que yo he disfrutado es una edición para lectores en español, que combina y rescata detalles de otras, e incluye alguna sorpresa en forma de relato que no sólo es un añadido, sino que adquiere un papel protagonista. 


Una vez situados, os invito a compartir conmigo las sensaciones de un mundo distinto. En este punto, confieso que he escrito y borrado los calificativos de "mágico" e "irreal". Porque aunque es un mundo mágico entendido en el sentido de que las leyes de la física no son totalmente aplicables, y hay personajes que poseen dones extraordinarios, en modo alguno debemos imaginar magia altruista, bondadosa, brillante; nos sumergimos en un mundo oscuro, donde cada paso debe ser medido y calculado si se desea conservar la vida. ¿Irreal? Por supuesto. O no. Neverwhere enciende esa lucecita al fondo de nuestra mente, ese ¿por qué no? Al fin y al cabo, es cierto que en nuestra realidad, estamos tan ajenos a lo que no seamos nosotros mismos, que ni siquiera vemos a los que tenemos al lado. ¿Sería tan extraño descubrir que hay algo más en lo que hasta ahora ni siquiera hemos reparado?

Os he hablado de oscuridad, de suciedad incluso, de pasajes subterráneos, de seres adaptados a esa realidad. Eternos conviviendo con efímeros, una amalgama de personajes extraordinaria que sin embargo, de algún modo, encajan. Y sin embargo, no he tenido en ningún momento sensación de rechazo, de miedo, ni siquiera con los personajes más extremos. El universo creado está tan brillantemente imaginado, que no puedes por menos que maravillarte ante él,  sumergirte de lleno y apreciar a unos personajes llenos de vida y  muerte, de temor y coraje. Contradicciones andantes que te atrapan en su viaje, hasta el punto de que llegas a olvidarte de que en realidad, tú no estás allí. 

Termina la historia y me sabe a poco. Quiero conocer más a todos los personajes, y el autor, nos regala un poquito de uno de ellos; un relato que en mi opinión muestra una evolución en el escritor que ya no es promesa, sino garantía de la más pura creatividad, ficción en mayúsculas. Si disfruté con la novela, el ahondar en uno de los personajes, leer su historia por separado, supuso un regalo, una sorpresa inesperada; realmente merece la pena leer esta edición.  

Mi recomendación hoy es que leáis Neverwhere, pero despojándoos de cualquier sensación de realidad, abriendo la mente por completo y preparándoos para olvidar dónde estáis. Después de todo, la realidad es distinta para cada uno de nosotros, así que ¿cómo podemos cerrar puertas a cualquier posibilidad? Quizás la respuesta es leer a Gaiman. 



Un momento de película: La huella

lunes, 18 de enero de 2016

Mi agenda Blackie Books, recomendada por los chicos de Ni un día sin libro, está siendo una fuente de inspiración, de risas y de grandes momentos. De momento os diré sólo que cada domingo recomienda una película, y que busco esa recomendación cada semana, intentando vencer la tentación de mirar la siguiente (aunque en tres semanas que llevamos sólo lo conseguí la primera). Más adelante es posible que os hable detenidamente de ella; por el momento si sentís curiosidad podéis conocer la visión de Ni un día sin libro pinchando aquí

Pues bien, siguiendo esa recomendación, hoy os traigo una película de 1972, La huella. Dirigida por Joseph L Mankiewicz, y como protagonistas absolutos Laurence Olivier y Michael Caine. A primera vista podría decirse que es un duelo interpretativo entre dos grandes, y quedándonos en ese nivel sin duda disfrutaríamos de dos magníficas interpretaciones. Pero la riqueza aquí está en lo oculto, los matices; en cómo durante toda la película no podemos apenas despegar la vista ya no de la pantalla, sino de la mirada de cada uno de los actores, en un estado semi hipnótico inducido por una conexión que casi casi se puede tocar. 

El guión juega con nosotros. Nos maneja a su antojo, sirviéndose como instrumento de dos tramposos, que nos hacen creer que luchan y se enfrentan entre ellos, cuando en realidad los engañados y vencidos somos los espectadores. Quién miente, quién dice la verdad; quién es "bueno o malo"... Conforme avanza la película, tales cuestiones, que nos generaban al principio simplemente curiosidad, se convierten en una necesidad; la atmósfera, la música, el escenario sofocante en que transcurren los hechos, nos ahogan, amenazan con poblar nuestras pesadillas. Sin desvelar nada, destacar los diversos planos a los objetos de colección del escritor: estoy segura de que todos los reconocemos, de que han formado parte de nuestros peores sueños en algún momento.

Como trasfondo,  una crítica a la aristocracia más rancia; una burla a un planteamiento que se presenta como trasnochado y ridículo. Todo ello logra, a pesar del ambiente opresivo, que en alguna ocasión esbocemos una sonrisa; a medias, eso sí, dado que el sentimiento de decadencia, de una cierta compasión, prevalece sobre la crítica en sí. Creo que conscientemente. 

En definitiva, algo más de dos horas de juego psicológico con el espectador, que de repente, hacia el final, se yergue en su asiento al percatarse de que en realidad el que está jugando, o mejor dicho con quien se está jugando, es con él.  

Queda pendiente la versión de 2007 de Kenneth Branagh, con Michael Caine también, pero en el papel que en la versión de 1972 hacía Laurence Olivier. Enfrente, Jude Law; no me digáis que no es apetecible. No sólo podremos ver cómo ha madurado interpretativamente Caine, sino que además constituye un auténtico reto el abordar el personaje antagonista. 

Mi recomendación hoy es que busquéis el tiempo que necesita esta película. No sólo se trata de verla, sino de sumergirse plenamente en su atmósfera, de participar activamente en el juego, de desconectar de nuestra realidad y formar parte del cruce de miradas y de palabras. Solamente el contemplar la actuación de Caine y Olivier ya es un espectáculo en sí, pero hay más, mucho más. Descubridlo. 

Un momento para el reencuentro: Gellida

martes, 12 de enero de 2016

Al fin de vuelta. Tras una pausa, necesaria y autoimpuesta, vuelvo a escribir, a compartir momentos y experiencias. Las sensaciones son contradictorias: escribo porque ya no puedo dejar de hacerlo, porque lo que vivo lo imagino en palabras; al mismo tiempo, lo que siento pugna por aparecer aquí también, y en cierto modo impregna cada entrada. No logro decidir si eso es bueno o malo. 

Y qué mejor forma de comenzar esta etapa que traeros a la persona que ocupó la primera entrada del blog (y alguna más). Gellida, esta vez en un formato diferente: la música.  O quizás no tan diferente: en realidad la trilogía "Versos, canciones y trocitos de carne" (el primero de los libros, Memento Mori, podéis recordarlo aquí), es novela, sí, pero también es música, y poesía. Y miedo, angustia, oscuridad y sombras. Y lucha con demonios, los de fuera y los de dentro, y al final, el final... En realidad era casi casi una obligación de Gellida el ofrecernos la banda sonora de sus libros. 


Y así, en un recorrido por la mente de los personajes, los escenarios y la ambientación de las novelas, nos encontramos con una colección de momentos: si habéis leído los libros, os transportarán de inmediato a aquellos pasajes que os impactaron. La sensación es fuerte, directa, imágenes y pensamientos se mezclan con música y versos. Un abanico de posibilidades, un viaje a la parte oscura que habita en nosotros; en todos, sin excepción. La diferencia está en los muros que construimos, los límites en los cuales encorsetamos y encerramos al monstruo; nos salva la capacidad de empatía, la compasión y esa luz que es la otra cara de la oscuridad. 

Iván Ferreiro, interpretando a la perfección el "estilo Gellida", compone las tres canciones que llevan el título de los libros: Dies Irae fue la primera canción que escuché. Interpretada por Bunbury y Santi Balmes, ¿se puede pedir más? Lo cierto es que imaginé de inmediato a Augusto Ledesma escuchándola, repitiendo la letra en su mente. Si tuviera que elegir una sola canción, me quedaría con esta: a todo volumen, una y otra vez, dando por un momento rienda suelta a esa parte que normalmente mantenemos en silencio. 

Estadio Azteca, Calamaro en estado puro, Héroes del Silencio en la Sirena Varada, Vetusta Morla. Nacho Vegas rotundo, inmenso, en un Bravo lleno de rencor. Vivo de nuevo las emociones del libro: una oscuridad que me envuelve, que despierta sensaciones que duermen. Repulsión y atracción a partes iguales; en un cúmulo de experiencias que crecen, se expanden, y rompen en "O Fortuna". Este es uno de los recorridos; hay muchos más, según el momento, según la necesidad de oscuridad o de luz.

No he hablado de los versos.  No he querido escucharlos; quiero olvidar lo que he leído, y entonces volver a leer, esta vez con la voz de Gellida. Quiero confirmar lo que sospeché cuando leí los libros: que hay más del autor en Augusto Ledesma de lo que él mismo ha pretendido. Me gustan los personajes en los que al autor se le escapa algo de sí mismo, más allá de lo que conscientemente deja entrever; al final, es la ficción la que se hace con el control. De nuevo imagino ese instante con música, en una lectura totalmente retorcida para mis propósitos del "Y al final" de Bunbury. 

Ya adivináis mi recomendación de hoy, que casi casi es una imposición: tenéis que escuchar "Versos, canciones y trocitos de carne". Encontrad vuestro recorrido para rememorar la trilogía, elegid una y otra vez. Recorred vuestra parte oscura, dejadla salir: luz y oscuridad son dos caras de la misma moneda, y tienen su razón de ser la una en la otra. Somos ambas cosas; la vida lo es.