Un momento en azul

jueves, 24 de septiembre de 2015

A pesar de que en este tiempo he leído libros sobre los que tengo previsto escribir, la semana pasada terminé uno que reclama su sitio aquí. Lo cierto es que fue un auténtico flechazo: en mi visita periódica a Litec, llamó mi atención desde la estantería de novela gráfica. Siempre dedico tiempo a esta sección, porque para mí constituye una novedad; después de tantos años leyendo, es tan poco probable que me sorprenda, que se ha ganado un lugar en mis preferencias. 

Y así, de un vistazo, descubrí El azul es un color cálido. La portada, desafiante, sugería una profunda tristeza, fruto de esa mirada que se intuye, de reojo, y del azul protagonista del título y del cabello que aparece en la portada; en realidad, del alma. 
Portada
La tristeza tiene un color, y mil emociones asociadas, encerradas en estas páginas: la nostalgia, la ira, la frustración, la decepción, la desolación… Abrir sus páginas es abrir una puerta a todas ellas. A una historia de una belleza descarnada y profunda, a un cúmulo de sentimientos, a una lección, una auténtica lección, sobre las consecuencias de la intolerancia y la falta de aceptación. 

En las primeras páginas, no hay lugar a la esperanza: todo es confusión, la protagonista se halla tan inmersa en su propio proceso de condena a sí misma, que llegamos a pensar que no hay salida posible para ella.  Un entorno duro, rígido, más preocupado de normas y convenciones que del bienestar personal o la felicidad. Un camino fácil de seguir, libre de riesgos y de decisiones. Un camino que sólo conduce a una vida desperdiciada. 

Conforme nos adentramos en la historia, advertimos su profundidad, más allá del tema principal.  La chica del pelo azul, tan libre, tan alejada de convencionalismos sociales… ¿es realmente tan libre como parece? Y nuestra protagonista, ¿de verdad la retiene su entorno? ¿o es presa de sí misma?

No importa en qué extremo nos encontremos: en el de no permitirnos nada, o en el de permitírnoslo todo; tan prisionero es el que se obliga a actuar conforme a unas normas como el que se obliga a no observar ninguna. Al final, lo importante es conocernos, saber que somos imperfectos, que cometemos errores, pero también saber perdonarnos. 

Luchar por quienes amamos, arriesgarse; en definitiva, vivir. Todo esto en un cómic… ¿Cómo no iba a compartirlo aquí? Hoy en día no es fácil que algo nos remueva, y este libro lo consigue. Mi recomendación hoy, como ya adivinaréis, es que lo leáis, por supuesto, pero con la mente abierta, dispuestos a aprender, a llevaos lo esencial. Que para cada uno será distinto, de modo que la propuesta incluye también el compartir vuestra visión con quien lo haya leído también: ese tipo de conversaciones también son momentos que suman. 

Esta semana también os traigo una canción que forma parte de la banda sonora de nuestra trilogía favorita: Versos, canciones y trocitos de carne.  Más momentos “a lo Gellida”, de los que os traigo un adelanto, Dies Irae, compuesta por Iván Ferreiro, con Bunbury y Santi Balmes. Una mezcla explosiva, quizás arriesgada que promete emociones y que os dejará con ganas de más. Disfrutadla, como siempre, en vuestro momento del día.

De vuelta a nuestros momentos

jueves, 17 de septiembre de 2015

Y terminó el verano. Estamos de vuelta todos, incluso los que hace ya tiempo que terminaron sus vacaciones. Porque al final, en verano el ritmo es distinto, y no me refiero al ritmo impuesto desde fuera sino el que llevamos dentro. Y llega septiembre y los propósitos, profesionales sobre todo, pero también, por qué no, personales. El verano es época también de vida, y en la vida hay momentos que funcionan como una catarsis; todo se vuelve borroso, gris, duro, triste. Hay que aprender de estos momentos, salir reforzados, porque de lo contrario, habremos sufrido en vano.

Poco a poco nos vamos haciendo fuertes; nos van haciendo fuertes. Unos, con su rechazo; otros, ofreciendo ese hombro que no es hombro, sino alma. Nos lamemos las heridas y seguimos adelante. Las palabras duras nos dan impulso, coraje y conciencia de que somos mucho más que lo que se ve; las amables, nos proporcionan el colchón mullido en el que caer cuando, de vez en cuando, nos tiemblan aún las piernas.

Esta primera entrada después de la pausa veraniega ha sido largamente reflexionada. Normalmente escribo casi casi vomitando las palabras; no suelo borrar y volver a escribir, no redacto una y otra vez los párrafos. Escribo no con la cabeza sino con el corazón; al fin y al cabo estoy hablando de cosas que me apasionan, pero también de mí misma. Sí, en realidad no es sino eso: una suma de mis momentos. Y me he acostumbrado de tal forma a compartirlos aquí, que prácticamente veo escritas las palabras cada vez que algo llama mi atención, pero también cada vez que algo sacude mi vida. 

De modo que sí, esta vez he escrito, he borrado, he vuelto a escribir y he borrado de nuevo. La primera versión de esta entrada, visceral, fuerte y emotiva, la he borrado. Publicarla hubiera sido dejarme llevar por la rabia, pero necesitaba al menos escribirla. 

En todo caso, está claro que escribir tiene un poder curativo para mí, porque inmediatamente después de volcar todo lo que he estado reteniendo en mi interior, me siento más ligera. También más consciente de que el verdadero valor está en callar cuando hay que hacerlo. No todo el mundo sabe, y por eso, me siento orgullosa de hacerlo. Que mi silencio hable por mí. 

Comienza una nueva etapa, que me dejará menos tiempo libre para escribir. De momento, mantendremos el día semanal (o quincenal, según las circunstancias) de encuentro aquí, pero será los jueves en lugar de los martes, para guardar una cierta distancia con la publicación en imas.  

La semana que viene empezaremos con los momentos, libros nuevos, música que necesitaba descubrir, y mis "momentos de ficción", que en este período sin escribir se agolpan en mi cabeza, deseando salir. Pero hoy, me gustaría compartir con vosotros una frase que mi hermana me envió para hacerme sentir mejor (y lo consiguió). "Lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan, que de Pedro. No lo olvides". No lo haré.